El Instituto Juan de Mariana, Observatorio de Coyuntura Económica, ha elaborado un Informe "España: en la cola del paro y a la cabeza de impuestos" que se divide en dos partes: en la primera se analiza la posición en la que queda España dentro del contexto internacional tras la subida de impuestos; y en la segunda se exponen las razones que justifican que el ajuste del déficit debería producirse únicamente por el lado del gasto público y no de los ingresos tributarios.España se ha convertido en el tercer país de toda la Unión Europea con un tipo marginal máximo más elevado, después de Suecia y Bélgica; sin embargo, en renta per cápita está a la cola. EEUU pasa a estar a una distancia considerable frente a España.
España deja de tener unos tipos impositivos relativamente competitivos frente a los países de su entorno y pasa a tener unos gravámenes convalidables con los de Reino Unido y Alemania. Teniendo en cuenta las dificultades que atraviesa la economía española y su enorme dependencia del ahorro para mantenerse en funcionamiento –sobre todo cuando la comparamos con otras como la alemana–, la decisión de gravar a las menguantes rentas derivadas del ahorro con unos tipos equiparables a los de nuestro entorno más rico y competitivo sólo puede generar una peligrosa fuga de capitales que dificultará mucho más nuestra recuperación.
Los altos tipos impositivos españoles, debido a nuestra estructura política y a nuestro comparativamente bajo nivel de renta, sólo se emplearán en mantener un Estado sobredimensionado, ineficiente y adicto a la subvención de una parte de la población y del tejido empresarial español.
Entre 2001 y 2007, España vivió la mayor burbuja inmobiliaria de Europa, lo que no sólo se tradujo en un insostenible y artificial crecimiento del Producto Interior Bruto, sino también en un insostenible y artificial crecimiento de los ingresos públicos. El informe mantiene que si, por el contrario, nuestros gobernantes hubiesen optado por emular la evolución del gasto público alemán entre 2001 y 2007, hoy disfrutaríamos de superávit presupuestario aun cuando a partir de 2008 nuestro gasto público hubiese aumentado en la misma cuantía en que lo hizo.
Junto con Irlanda, España fue el país en el que, con diferencia, más aumentaron los ingresos fiscales entre 2001 y 2007 (cerca de un 70%), debido a la exuberante actividad económica que, basada en una expansión crediticia insostenible, fue gestándose durante esos años.
En lo que a esfuerzo fiscal se refiere, España se encuentra en la media de la Eurozona, de modo que no convendría acercarse más a ella: sobre todo porque los países con un esfuerzo fiscal más elevado, con la excepción de Finlandia, son los que se encuentran ahora mismo en el disparadero de la crisis.
Con todo, tan importante como el esfuerzo fiscal a la hora de reflexionar sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas de un país es otra ratio a la que muy pocas veces suele aludirse y que, sin duda, constituye una referencia fundamental en aquellos momentos en los que el déficit público de los distintos Estados se encuentra eclosionado: el esfuerzo de sostenibilidad del gasto público. Si utilizamos la misma fórmula que para calcular el esfuerzo fiscal, pero sustituyendo el numerador (presión fiscal por gasto público sobre el PIB), llegamos a la conclusión de que los españoles tienen que realizar un esfuerzo mayor que la media de la zona del euro para sufragar su desproporcionado sector público.
Toda comparativa internacional sobre el tamaño del sector público no debería quedarse con la mera ratio del gasto público o de la recaudación tributaria sobre el PIB. A la postre, parece lógico pensar que los países más ricos puedan permitirse un sector público relativamente mayor que los países pobres; no ya sólo por razones de equidad (no es lo mismo arrebatar el 50% a una sociedad que ingresa lo justo para comer que a una persona o a una sociedad que disfruta de unas rentas anuales per cápita de varios cientos de miles de euros), sino sobre todo de creación de riqueza: cargar con sectores públicos demasiado grandes a países relativamente menos desarrollados redundará en un sector privado más endeble y en una menor capacidad para generar riqueza y financiar ese enorme Estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario